En la Murcia roquera de finales de los sesenta, cuando soñábamos con guitarras eléctricas y fama sin un duro en los bolsillos, existía un santuario: la tienda de discos donde reinaba Pepi, la chica de los ojos verdes. Todos suspirábamos por ella, aunque su corazón tenía dueño… y ese dueño ni siquiera lo sabía. Este relato rescata aquella inocencia y la magia de una generación que vivió el rock con hambre, ilusión y algún que otro amor imposible.
A veces recuerdo aquellos años como quien abre una caja de zapatos llena de cintas viejas, púas gastadas y sueños que nunca terminaron de afinarse. En los albores de la Murcia roquera de finales de los sesenta, todos queríamos ser famosos. O, al menos, parecerlo. Una guitarra —aunque fuera prestada o medio rota— bastaba para creerse parte de algo grande.
Actuábamos donde podíamos: verbenas, patios de colegio, terrazas, fiestas donde nos dejaban tocar por amor al arte… o porque no había presupuesto para otra cosa. Muchas veces no nos pagaban; y cuando sí, el dinero se evaporaba en cuerdas nuevas, refrescos y algún capricho discreto que jamás confesaré.
Los discos eran tesoros, y sólo había un lugar donde encontrarlos: la tienda de discos de Pepi.
Conocía a todos los grupos de Murcia: los Music Men, Siglo XX, Los Grillos, Los Capicúas, Los Brujos, Los Juniors, Sixfer's, Momentos, Sombras, Roller, Jorister's, etc…
Recuerdo un día en que nuestro ingenuo del grupo —el de las gafas de culo de vaso— entró decidido:
Y él levitó dos días.
La mayoría de las veces salíamos de la tienda sin comprar nada: no teníamos ni para una púa. Pero volvíamos con el alma encendida. Éramos estudiantes, éramos pobres… pero éramos felices. Soñábamos con escenarios enormes mientras tocábamos sobre sillas plegables. Soñábamos con discos propios mientras remendábamos cables que se rompían cada dos ensayos.
Hoy no recuerdo la precariedad, sino la luz suave de la tienda, el olor a vinilo recién abierto y esa ingenuidad bendita que tenía la vida cuando todo estaba a punto de empezar… aunque no lo supiéramos.
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