jueves, 4 de diciembre de 2025

El Cuaderno de los Días Vacíos



Hay historias que no necesitan héroes, sino silencio.
Historias que nacen en habitaciones donde el tiempo se detiene y solo queda un cuaderno para recordar que alguien estuvo ahí, esperando una voz, un abrazo, un nombre.
Este relato es la confesión íntima de un hombre que escribe para no desaparecer del todo.
Un grito bajito.
Una herida abierta.
Una verdad que, de tan humana, duele.


Hoy también amanecí. 
No sé si es suerte o castigo. A veces abrir los ojos es como volver a una habitación donde ya no queda nadie, donde hasta el aire parece ajeno. El techo me mira con esa frialdad blanca de las cosas que han dejado de importarte.
En el pasillo suenan pasos, siempre los mismos. Van, vienen, se alejan. Ya ni me ilusiono. Aprendí a no levantar la cabeza, porque cada vez que esperé, sangré un poco por dentro. 
En la mesita está mi cuaderno: mi último intento de existir. 
Lo toco y siento que él es el único que todavía aguanta mi mano sin retirarse. Escribo cartas que jamás tendrán destinatario. A mi hija, que un día juró que nunca me dejaría solo. A mis nietos, que corrían hacia mí como si estuviera hecho de fiesta y no de huesos cansados. Ahora no saben ni si respiro. Tal vez es mejor así: el olvido siempre duele menos a quien se va que a quien se queda esperando. Hoy no vino nadie. Ayer tampoco. 
Hace semanas que no pronuncian mi nombre en voz baja, con cariño. Los enfermeros me dicen “el señor del cuarto 3”, y lo acepto. Es mejor ser un número que una decepción. Hubo un tiempo en que tenía una vida que hacía ruido. Ahora solo hago silencio. Y lo peor es que ya casi nadie nota la diferencia. 
Anoche soñé que golpeaban la puerta. Un sonido clarito, como si el pasado hubiese vuelto arrepentido. Me incorporé con torpeza pero con un corazón desesperado, dispuesto a perdonar cualquier abandono con tal de volver a escuchar “papá”. Abrí. Nada. Solo el viento. Ese viento que entra, revuelve los papeles y se va, como si viniera a recordarme lo poco que significo. 
Sé que pronto dejaré de escribir. No porque me falten ganas, sino porque ya no tengo fuerzas para seguir confirmando que nadie vendrá. Este cuaderno se acaba… y yo también. 
Si alguien encuentra esto algún día, quizá por pura casualidad, quiero que sepa algo: que aquí hubo un hombre que se rompió de tanto esperar, que se deshizo en silencio para no molestar, que se sostuvo con la frágil esperanza de escuchar su nombre una vez más. 
Me dolió vivir olvidado. 
Me duele más seguir vivo. 
©antonio capel riera

No hay comentarios:

Publicar un comentario