La vida, a veces, tiene un humor muy particular. Fui a pedir cita para el especialista y salí sin saber si reír o llorar… hasta que entendí que, en lugar de angustiarme por la espera, podía celebrarla como una prórroga de vida. Porque a veces la mejor medicina no está en la consulta, sino en cómo decidimos mirar el tiempo que aún tenemos.
Cuando voy a pedir cita para un especialista en la Seguridad Social siempre me pasa lo mismo: entro serio… y salgo sin saber si reír, llorar o pedir palomitas. Y lo digo con cariño, porque nuestra sanidad es de las mejores del mundo; lo malo es que va un poco desacompasada con el calendario de los mortales.
Esta mañana, en pleno diciembre, necesitaba cita para el dermatólogo. La muchacha del mostrador, amable como un amanecer con café, me pidió la tarjeta, miró la pantalla, tecleó, volvió a mirar, hizo una pausa dramática digna de Hollywood… y me dijo con dulzura:
—Mayo.
La decisión fue fácil: me fui contentísimo. Oiga, que no todos los días te regalan cinco meses garantizados por el Estado… y gratis.
Así que he decidido vivirlos, disfrutarlos y reírme un poco mientras tanto. Los médicos llegarán cuando tengan que llegar… y si llegan tarde, será buena señal.

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